viernes, 2 de febrero de 2007


Es difícil olvidar, lo que uno mas desea no recordar, esto podría ser una gran mentira, una farsa total... pero después de mi experiencia embustiana tengo mis serias dudas de la verdad... y de la mentira. Augusto era demasiado real...



Sigo recordando lentamente y con esfuerzo, mis días (quizás fueron segundos) en Embustia, la realidad desfragmentada en todas sus formas, todo lo que conocemos, desvirtuado y sin posibilidades de comprensión, obviamente, si uno lo mira desde aquí. Porque sin embargo, “dentro” de Embustia, todo adquiría un significado extremo y veraz. No conocí a Nadie, creí haberlo logrado, pero a Nadie jamás se lo llega a desnudar del todo y menos en cuanto a sentimientos... también me cansé de cruzarme con Augustos, pululaban como moscas (¿será que solo las moscas pululan?), Solo ellos me hacían recordar estas tierras... y dudaba en volver... acá también hay gente así, lamentablemente, ellos deben ser universales.

La mentira, el concepto de contra-verdad, perdía la validez que “creo”, tiene en nuestra sociedad, decir la verdad era mentir, si, sonará raro, pero a diferencia de nosotros, que mentimos sin castigos aparentes, los embustianos eran muy rígidos en cuanto a disciplina social, decir la verdad, podía llevarlos a la muerte o el cadalso, y será por eso, talvez, que vivían en un sano y mentiroso clima.
Conocí a muchos de ellos, pero mi triunfo, intuyo, fue acercarme a los ilegales, los embustianos subversivos, los que desde la clandestinidad aclamaban que existe el día y la noche, y eso, era casi una declaración de guerra, ningún ciudadano decente osaría desestabilizar un sistema que (decían los civiles “normales”) tanto les había costado lograr.
Por el tema de la hora murieron muchos, me dijo Lucas, mientras sacaba un documente sucio y viejo, mostrándome que efectivamente era quien decía ser. Les costo acostumbrar a las ovejitas a mentir, es increíble, los primeros asesinados se equivocaban, se olvidaban... que hora tenés, le preguntaban inofensivos transeúntes de la inteligencia de este puto régimen, y los gíles caían, son las seis, uh... los mataban como perros y les mandaban a sus familias, una postal de un lugar turístico... Así fueron alimentando la mentira y tengo miedo de que seamos su próxima cena si me permitís este lugar común, exclamó.
La resistencia era sincera, luchaban los pocos que quedaron, jugándose la vida por no mentir. Pude ver un poquito de esa rebelión, lo que Lucas me dejo, pues un día se paro frente mí y categórico anunció, se acabaron tus vacaciones, ya podes volver con ellos, te van a resultar más interesantes, más exóticos, vos sos de los nuestros, pero también tenés un poco de ellos, y no quiero correr mas riesgos, así que tómatelas.

Y me fui.

La ciudad era un caos para la razón de un pobre “burgués racional”, estaba todo dado vuelta, el idioma, como lo conocemos, palabra-significado, era en Embustia lo que será para seres de otro planeta, nuestro “ vocabulario”...


El primer inconveniente que recuerdo, ya con mas claridad (aunque sea algo “oscuro”), es una simple parada en un kiosco a comprar cigarrillos, y supuse que siendo el vicio rey, también los embustianos deberían padecerlo, al razonar, comprendí que seria imposible encontrar Camelo (el que más me gustaba), sobre todo por desconocer sus marcas y porque además, no tenía certeza alguna de que fumaran, pero el vicio pudo mas y me mande ¿Tiene cigarrillos? Le pregunté... e instantáneamente adivine en los ojos del vendedor, una expresión mezcla de terror y paranoia, y luego de algunos segundos, viendo mi cara de incomprensión, me retrucó, ya mas con una mirada cómplice... dirá caramelos, la señora, es extranjera, ¿verdad? ssi… Claro, respondí, en el momento en que empezaba a comprender que algo no estaba en su lugar...

...y contoneando las caderas, me fui fumado mis caramelos.



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