viernes, 2 de febrero de 2007


Embustia era un pantano para los sinceros.


Tratando de no perder la cordura, me dispuse a recorrer las calles de Embustia.
Comencé por mirar vidrieras, y me llamo la atención, la ausencia de marcas, precios, y hasta los carteles indicativos, de cada local... como que, si dice farmacia, traspasando el umbral del local, uno se encuentra con un tipito vestido de blanco, que nos venderá algún medicamento, si deseamos comprarlo... por supuesto... pero parecía ser, toda verdad “evitada”, y aunque a todas luces fuera una farmacia, en embustia las llamaban enfermerías (note que algo de cariño mantenían por la verdad, aun en ese disparate dialéctico), sin embargo tiempo después, descubrí realmente, que se habían metido con una de las cosas mas importantes de una persona, “el nombre”, y en efecto, Nadie solo era Nadie, el resto, luego de la caída del ultimo gobierno (que por cierto había sido muy corrupto), fueron obteniendo su “nueva” identidad... a los más dóciles les pusieron Augusto, quedaban Lucas, Vivianas, Raules y otros tantos que seguían enfrentando a la dictadura de la mentira.
Pero los más, habiéndose llamado Roberto, en cuestión de semanas fueron Saules o Luises, daba lo mismo, era la mentira o la vida y me pregunto si no hubiese sido yo, uno de esos cobardes, con nombres-disfraz, para salvar el pellejo.


La gente por las calles parecía sacar a pasear sus felicidades, se los veía contentos, o mejor dicho, la gran mayoría daba el aspecto de sentirse bien. Recordé el dialogo con Narbay y comprendí que en realidad, sucedía lo mismo que acá, estaban hastiados, cansados de la rutina, malhumoradamente sonrientes... y mientras me quemaba la cabeza pensando, pase por una plaza, sin hamacas, ni toboganes, ni nada... (los locos y los niños, dicen la verdad, se comenta por estos lares), y en efecto, los “sinceros menos rebeldes”, estaban alojados en las escuelas embustianas, que no eran mas que manicomios, y los niños, reían o lloraban dentro de casa, por su bien... ya que de otra manera serian enviados a centros de reeducación, aunque de todas formas concurriesen diariamente a “los manicomios”, allí les estaba vedado mostrar su ingenuidad en libertad, dos cosas que los embustianos habían perdido hacia tiempo,
En esa plaza (nunca supe como las habían renombrado), encontré una mujer sentada sola en un banco, llorando desconsoladamente, me detuve y la observe. Tenia un billete de lotería entre sus manos... perdí señora, perdí, me dijo...
Habría ganado bastante por la cantidad de lagrimas, lagrimas que ayudaban a enmascarar posiblemente, como en ese caso, una profunda alegría... aunque mirándolo desde otro ángulo, la señora podría estar triste, porque resultaba imposible negarse al “ofrecimiento” de dinero, por parte de familiares y amigos, en esa situación, y continué mi camino reflexionado de que estaban hechas las lagrimas de la perdedora.


En embustia, existía una disconformidad entre lo que se decía y lo que se pensaba, y comprendo, que les resultaría dificilísimo,
negarle a su mente, el derecho de expresarse, según la estructura racional de pensamiento, y eso se transformo para Embustia, quizás, en su principal problema. Aunque todas esas miserias del hombre; como la hipocresía, el cinismo, la deslealtad, la traición. Toda esa mierda, había quedado desvirtuada, y fuese talvez el único beneficio, que tuvieron, de vivir mintiendo... cuenta la historia de un hombre que de tanto mentir, acabo por creerse sus mentiras, y, efectivamente, Embustia misma se había creído el propio embuste... percibo desde mis “sueños recurrentes”, una Babilonia, una caída y decadencia de esa “ciudad”, pero no se si existió en verdad, o solo es producto de mi mente, que también es embustera y traidora.



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